Viernes 29 Marzo 2024

País teñido de sangre: vivencia diaria del despojo

¿Qué es el despojo?, ¿a qué nos referimos l@s que nos oponemos a él? El despojo es, para much@s, la muestra clara de que el capitalismo está en plena etapa de decadencia debido a sus inseparables e innumerables contradicciones.

En otro intento, ahora más salvaje e irresponsable por reorganizarse, el capitalismo arrebata de manera violenta, y con ayuda de los Estados, desenmascarados como sus administradores con uso “legítimo” de la fuerza, los recursos naturales a los pobladores de extensos territorios en todo el mundo, creando un clima de violencia, frustración y muerte. Claro que México no podía estar fuera de la lista de despojados.

Pero no es solamente a través de la violencia, como en el caso de la minera Peñasquito, en donde la Policía Estatal detuvo a 9 ejidatarios porque impedirían la continuación de algunas obras hasta que la empresa les “gratificara” por el daño que estaba causando al medio ambiente; sino a través de procesos de legitimación de las mineras, las cuales cumplen con obligaciones sociales pertenecientes al Estado: Kutzi Hernández, directora editorial de Outlet Minero, asegura que las “autoridades están delegando su chamba en los hombros de las mineras”, y nos da el ejemplo de las comunidades de Triana y Buenavista, en el municipio zacatecano de Ojocaliente, a donde “se trasladaron de lunes a viernes hasta el salón en donde la Unidad Minera El Coronel impartió, por 3 horas diarias, un curso sobre instalaciones eléctricas domésticas”, dando la oportunidad no sólo para que los habitantes de dichas comunidades hagan por sí mismos las instalaciones eléctricas en sus hogares. “El curso podría ser, además, la puerta para que continúen con sus estudios en esta actividad e incluso conseguir empleo”. Además, gracias a la intervención de la minera El Coronel, l@s pobladores de las comunidades mencionadas han tenido acceso a servicios de salud, con lo cual la periodista demuestra cómo las empresas mineras hacen la chamba del gobierno en sus 3 niveles.

La megaminería es una de las industrias más dañinas para la humanidad y para el medio ambiente: a la hora del contrato exigen que nunca hayas pertenecido a algún sindicato, la subcontratación fue común desde antes de que se legalizara, los mineros duran hasta 4 días bajo tierra y, para lograrlo, aunque hipócritamente se quiera negar por parte de las empresas, se les es permitido consumir drogas, alrededor de los centros mineros se ha generado una red enorme de prostitución y violencia. En cuanto al medio ambiente, para obtener un gramo de oro, la minera contamina 1.000 litros de agua, los gases y polvos que salen de los tiros ocasionan enfermedades a l@s pobladores de las cercanías, las tierras vecinas de los jales quedan contaminadas indefinidamente. Y es claro que todo esto propicia, por las buenas o por las malas, que se abandone el territorio. Es decir, cada día nos enfrentamos a la vivencia del despojo que, a través de muchos mecanismos distintos, implementa el Estado aliado al gran capital.

En todos lados el despojo cobra vidas, pero existen lugares en donde la violencia se desborda, como el Perú, en la “provincia de Islay, lugar que llevaba más de 2 meses en paro indefinido en rechazo al proyecto minero Tía María, de la empresa Southern Copper, filial de Grupo México, y que ayer sumó un cuarto fallecido durante una jornada de violentas protestas”. Pero también en México se ha derramado sangre: En el sitio del Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldias contra el capitalismo se documentan 29 despojos, “29 espejos”, con sus muertes, sus angustias y todo, que se están llevando a cabo en el territorio mexicano, con la ayuda de los que algunos llaman el mal gobierno.

Ante esta grave situación, ¿qué podemos hacer? La mayoría de las personas aboga por el cambio pacífico vía el ejercicio del sufragio: ir a votar y ocupar espacios para revertir las reformas estructurales, para desmilitarizar las calles y las policías, para impulsar el desarrollo, etcétera. Existen otr@s activistas, a nivel global, que utilizan mecanismos y herramientas legales para frenar los daños que ocasionan los megaproyectos, ya sea en materia ambiental, laboral, de seguridad social, administrativa y hasta penal. Existen compañeros y compañeras, alrededor del mundo, que creen y practican la acción directa y el boicot. Los hay también quienes renuncian al crecimiento económico tal y como lo entendemos, quienes organizan sus ciudades de transición, cuya principal característica es la de respetar por sobre todo al medio ambiente. Hay quienes replantean el papel de los géneros y hay quienes renuncian a ellos.

Esta columna no quiere descalificar ninguna lucha, tan sólo invita a reflexionar sobre lo que sucede no lejos de nuestro entorno: el Estado está aportando al despojo, el cual está a la orden del día, con su derramamiento de sangre y con su destrucción ambiental, y las voluntades de cambio no están dispuestas a encontrarse.

*Estudiante de Derecho y miembro de #YoSoy132
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